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Legado

La belleza de esta zona ha sido recogida por cronistas y viajeros.

La singularidad de Padules y lo atractivo de su entorno fue recogida a principios de siglo por Eladio Guzmán, quien afirmaba que la Vega de Padules es muy buena y sobre todo tiene un don que no suelen tener todas las vegas: el de tener agua en abundancia, pues casi todos los hacendados son accionistas de la célebre Acequia Gorda, la cual es dadivosa y liberal en extremo.

Además hay otras fuentes para los parajes que aquélla no domina. Desde el pueblo se ofrece a la vista del observador la llamada Vega de Abajo, situada en una hondonada donde se crían ricas uvas que parecen pequeñas esferas de azúcar, con la palidez de la cera y la transparencia inmaculada del cristal.

En las inmediaciones de Padules, continúa el cronista, hay a orillas del río unas alamedas frondosas en donde suenan orquestas de ruiseñores en las claras noches de plenitud lunar.

Al rayar el día, la alondra entona la rotundas notas de su saludo cordial, el murmullo del agua suena en las oquedades con modulaciones de misterio.

La negra e ingente silueta de la sierra parece un índice gigantesco de elocuente de presión que avisa al caminante, perdido en la soledad y en la llanura, la ruta de destino.