tiempo contactos camaras solicitudes

El agua no engorda
El agua ha sido motivo de enconadas polémicas entre los que opinan, casi siempre obesos, que el agua engorda y los del bando opuesto, que abrazan la tesis de que el agua no ceba. Sin embargo, y siguiendo los caminos de la lógica, hay una tercera posibilidad, por lo menos teórica: ¿el agua contribuye a que se baje de peso? Trataremos, lógica por medio, de demostrar cuáles son los caminos y las acciones del agua en el organismo humano.

Este preciado líquido constituye un verdadero nutriente por ser un componente esencial para el mantenimiento de la vida. No contiene ninguna caloría, pero es el nutriente más importante: en su ausencia total, la muerte sobreviene en muy pocos días. Constituye cerca de las dos terceras partes del peso corporal y en las personas sanas existe un estricto balance entre el agua que se incorpora y la que se elimina.

¿Y CÓMO INCORPORAMOS AGUA?
Como promedio, necesitamos 2,5 litros de agua cada día. A veces nuestro cuerpo pide, y hay que darle, mayores cantidades, como es el caso del ejercicio físico intenso, las elevadas temperaturas ambientales, la fiebre, los vómitos y las diarreas, etc.

Como un mensaje muy claro a los que comen en exceso, les decimos que a veces la sensación de sed se confunde con la de hambre. En ese caso se debe comenzar por beber un buen vaso de refrescante agua, ya que una vez calmada la sed desaparece la glotonería.
La persona sana puede ingerir toda el agua que desee para calmar la sensación de sed, ya que el exceso se elimina de forma rápida y fácil por los riñones.

Sumamos agua a nuestro organismo de tres maneras diferentes: los líquidos que se beben —incluida el agua como tal—, la que se encuentra contenida en los alimentos sólidos y la tercera, a través de nuestro metabolismo interno como consecuencia de los procesos metabólicos de las proteínas, las grasas y los hidratos de carbono.

Entre los alimentos más ricos en agua, 90 a 99 por ciento de su composición, se encuentra la leche descremada y semidescremada, los refrescos, el melón, la lechuga, el tomate, los espárragos, los pimientos, la berenjena, la coles y la cebolla.

Los menos favorecidos son el arroz, las pastas, las legumbres, los frutos secos, el azúcar, las galletas y el chocolate, con un modesto contenido de 1 a 9 por ciento de agua. A mitad de camino, 40 a 60 por ciento de agua, las carnes semigrasas, el salmón, la pechuga de pollo, las albóndigas, las mortadella, las pizzas, las ciruelas, y los quesos semicurados.

Una pregunta que pone a pensar a cualquiera: ¿cuál es el único alimento exento totalmente de agua? Se lo decimos y es obvio, los aceites.

Una buena noticia de reciente confirmación es que beber más agua contribuye a adelgazar, pues un mayor consumo de este preciado líquido incrementa el gasto calórico del organismo en los procesos de su absorción, distribución, metabolización y eliminación. A favor del agua podemos argumentar que este valioso nutriente es el único que no aporta ni una sola caloría al organismo humano. Las gasta pero no las restituye.

ELIMINANDO AGUA
Existen cuatro mecanismos de los cuales se vale el organismo humano normal para eliminar el agua y mantenerla en un estricto equilibrio con respecto a la que se ingiere. Los riñones es el principal, pues son los encargados, a través de la producción de orina, de equiparar la ingestión con la eliminación. Por lo tanto, una ingestión elevada de agua no representa un problema en una persona sana: el exceso se elimina fácil y rápidamente por la vía renal.

La cantidad de líquido que se pierde por el sudor, segunda vía eliminatoria de agua, es muy variable y depende del ejercicio físico y de la temperatura ambiente. Según sea el caso, varía de 100 mililitros al día como cantidad promedio diaria, hasta uno o dos litros por hora en un clima muy caluroso o con un ejercicio físico intenso, cantidades a reponer obligatoriamente gracias al mecanismo de la sed.

La tercera vía es a través de la defecación, por la cual normalmente se pierde la modesta cantidad de 100 mililitros al día. Esta cantidad puede aumentar cuando se incrementa la ingestión de fibra dietética, necesitándose un aporte adicional de agua que, hinchando y reblandeciendo el bolo fecal, hace que este circule con mayor rapidez y facilidad por el intestino con un beneficioso efecto laxante y depurativo. Al aumentar el volumen de las heces fecales, favorece su fácil eliminación.

El cuarto mecanismo es el de las pérdidas insensibles de agua que ocurre sin que sea percibida, a pesar de que se está produciendo constantemente en todos los seres humanos vivos y representa una pérdida de 700 mililitros de agua diariamente. Transcurre por dos vías diferentes; la difusión a través de la piel y que es independiente del sudor, y se produce incluso en las personas que han nacido sin glándulas sudoríparas; y la que se origina por evaporación en al aparato respiratoria. En un breve acercamiento a estos dos mecanismos, el agua que se pierde a través de la piel, 300 a 400 mililitros diarios, es controlada o balanceada por la capa córnea de este tejido rico en colesterol.

Cuando desaparece —como ocurre en las quemaduras extensas—, la cantidad que se escapa por esta vía puede aumentar nada menos que hasta diez veces y llegar a producir una pérdida de 3 a 5 litros en veinticuatro horas. Por esta razón resulta imprescindible administrar grandes cantidades de líquido a los quemados, generalmente por vía intravenosa como mecanismo compensatorio.

Por otro lado, cuando el aire entra en las vías respiratorias, se satura de humedad y como la presión del vapor de agua en el aire inspirado es menor que la que se alcanza en las vías respiratorias, constantemente estamos perdiendo agua por la respiración a razón de 300 a 400 mililitros por día.

DISTRIBUCIÓN Y FUNCIONES DEL AGUA
Si es usted un adulto promedio normal, con un peso de 70 kilogramos (154 libras) aproximadamente, es bueno que conozca que dentro de su cuerpo se albergan nada menos que 42 litros de agua aproximadamente que representan el 60 por ciento de su peso. A medida que aumenta la edad y el volumen adiposo, se incrementa en ambos casos la proporción de grasa, disminuyendo el porcentaje del agua corporal. Recordemos que el cuerpo femenino proporcionalmente tiene más grasa que el masculino.

El líquido corporal se distribuye en dos compartimientos. Dentro de los 75 billones de células que poseemos en nuestros cuerpos se almacenan unos 28 litros de agua, el 40 por ciento del peso corporal total, y es llamado líquido intracelular; el resto, el líquido extracelular en su conjunto, se distribuye como sigue: en los espacios que quedan entre las células (se conoce como líquido intersticial y constituye las tres cuartas partes de este grupo), unos tres litros de plasma sanguíneo; y los líquidos que se encuentran en las articulaciones, en el pericardio y en el peritoneo (membranas que envuelven al corazón y que rodea los intestinos, respectivamente), el que se localiza dentro de los ojos, así como el líquido cefalorraquídeo que en conjunto suman de uno a dos litros de manera aproximada.

El agua es el nutriente más necesario para el organismo humano y el que se encuentra más ampliamente involucrado en diversas funciones corporales. Su presencia se hace sentir en todas las reacciones químicas del organismo, pues es el medio donde tienen lugar. También es el vehículo de transporte de los nutrientes que van a todas y cada una de las células y, al mismo tiempo, recoge los desechos orgánicos producidos por estas para su eliminación.

Además lubrica y proporciona soporte estructural a tejidos y articulaciones y juega un importantísimo papel en la regulación de la temperatura corporal mediante el sudor que ayuda a disipar la carga extra de calor, evitando así variaciones de temperatura que podrían ser fatales.

Para finalizar y tal vez pecando de reiterativo —aunque afirmo que la repetición es la madre de la instrucción—, y para responder de forma concluyente a la interrogante que aparece en el título de este trabajo, podemos asegurar que el agua no engorda y que en todo caso contribuye a la reducción del peso corporal, pues obliga al organismo a gastar calorías en su variado procesamiento sin aportar ninguna, colocando el balance calórico en números rojos.
También afirmamos que en las personas normales no existe retención de agua gracias a un perfecto equilibrio entre la que se ingiere y la que se elimina.

Un consejo final: no aguante la sed y beba toda el agua que su cuerpo le pida.

 

Profesor Consultante y Jefe del Servicio de Endocrinología
Hospital Docente “Dr. Salvador Allende”
(antigua Casa de Salud Covadonga)
La Habana – Cuba
E. mail: Esta dirección electrónica esta protegida contra spam bots. Necesita activar JavaScript para visualizarla
Mas info.
Prof. Alberto Quirantes